viernes, octubre 07, 2005

Quejas de Bandoneón

Juan de Dios Filiberto cuando joven tuvo dos guitarras. Una de ellas se la robó a un marino gringo y terminó malograda en la espalda de un músico amigo; la otra, comprada con los primeros morlacos que ganó, la hizo trizas en la cabeza de un policía.
Un hombre de ese carácter es difícil de relacionar con el compositor del célebre y archirepetido tango "Caminito" (con letra de Peñaloza) y que tan popular hiciera Ignacio Corsini, el "Príncipe del Tango", y luego dejara para la inmortalidad Carlos Gardel.
Creo que antes de seguir hay que dejar claro que la letra de esta afamada canción nada tiene que ver con la popular y turística calle que desde el Barrio de la Boca viene a morir en el aromático Río de la Plata, pues Peñaloza, el poeta en cuestión, no era porteño.
Siguiendo con Filiberto, de él no sabía más que era un músico nacido en las postrimerías del diecinueve y que tenía un par de tangos bastante populares, como lo son el propio "Caminito", "El Pañuelito" y "Malevaje", con letra de Enrique Santos Discepolo.
Pero un día revisando un disco de Aníbal Troilo me encontré con un tango instrumental que me dejó impresionado. Se trata de a mi parecer el mejor tema que nos regalara el sonido porteño; "Quejas de Bandoneón", una pieza impresionante que me imagino, todo fuellista goza al tocar.
En ese tango me cuadra el hombre que hizo añicos su vigüela en la testa de dos hombres que alguna vez lo contradijeron o le hicieron pasar un mal rato.
Es una canción cargada de emociones; tiene rabia, tiene tristeza y tiene más que todo, nerviosismo.
La escucho una y otra vez. Tengo algunas versiones que hablan de distintas épocas; primero la de Julio de Caro, luego la del rey del compás, Juan D’arienzo, la de Pichuco y una de Piazzolla, entre otras que no recuerdo ahora.
De todas maneras me quedo con la de Troilo, quien me atrevo a decir debió haber admirado mucho a Filiberto pues en su versión del más manyado de todos los tangos, “La Cumparsita” inserta un solo que roba las notas de “El Pañuelito”.
Me imagino a Pichuco, como en muchos de los retratos que lo muestran; con su pucho, su cabeza gacha y sus gruesos dedos apretando las teclas del fuelle.
La vuelvo a escuchar y las quejas de bandoneón son acompañadas por las de los violines y por las del piano, y me estremecen.
Quizás cuando Cadícamo escribió los versos de “Pa’ que bailen los muchachos” se refería a “Quejas de bandoneón”, pero, con todo respeto, se equivocaba, al bandoneón hay que dejarlo quejarse.

1 Comments:

Blogger Little heart said...

que lindo lo que escribiste, tenés razón, esa pieza estremece.
Abrazo desde Argentina.
María.

1:39 p. m.  

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