miércoles, octubre 19, 2005

La última curda

Hoy se cumple un nuevo aniversario de la muerte de Cátulo Castillo, uno de los grandes letristas que tuviera el tango.
Autor de varias canciones que hasta el día de hoy coreamos los amantes del sentimiento triste que se baila.
Me refiero al autor de “Tinta Roja”, “María” (Los chilenos tenemos una relación especial con esa canción, es cosa de recordar a Don Francisco y sus Sábados Gigantes cuando la gritaba a sus homónimas invitadas), “A Homero”, “La Calesita” (que fuera cortina musical de un programa en radio Universidad de Concepción con mi gran amigo Diego Olivares) o “Desencuentro” (a la cual le dedicaré una crónica especial más adelante)
Como es hora de recordar una partida, creo que vale la pena detenerse en dos títulos, “El último café” y “La última curda”.
La primera con música de Héctor Stamponi, y la segunda, con el pentagrama dibujado por Pichuco.
En ambas canciones Cátulo recuerda lo que se fue, lo que regresa en forma de memoria, y en ambas, dos líquidos humedecen una nostalgia cargada de tristeza. En el primero está más que claro en el título, y en el segundo, para quienes desconocen el lunfardo, es el alcohol que nos encurdela.
Recuerdo hace años, cuando comenzaba a interesarme por el gotán, compre un disco compilatorio de esos que se llenan las disqueras y nos repiten una y otra vez las mismas canciones.
La ultima pista era, valga la redundancia, “La última curda”, cantada por el Polaco bajo la dirección de Troilo. Comencé a escucharla una y otra vez y “la lágrima de ron” me llevó, pero no al “bajo fondo donde el barro se subleva”, sino a pensar en esa justificación que muchas veces le busco a mis propias borracheras.
Rivero también la cantó con Troilo, y aunque el Feo me gusta más que el Polaco, creo humildemente que la versión de Goyeneche es mejor.
Mientras escribo esto la estoy escuchando y me dan ganas de sentarme a “llorar mi sermón de vino” y pedir que me cierren la ventana para que el sol no venga a quemarme.
Me considero un Discepoliano de corazón, pero con el tiempo he aprendido a querer a varios letristas, entre ellos a Cátulo y no me queda más que hoy dedicarle una tarde completa a sus versos para que al llegar la noche sea “La última curda”quien le corra un telón a mi corazón…después de todo, como el nos dijera “no ves que vengo de un paísque está de olvido, siempre gris, tras el alcohol”


Dato aparte: Hay una versión de Rivero grabada con la orquesta de Salgán en Uruguay que es una delicia.